Deserto Particular, película de Aly Muritiba, 2021
Traducción adaptada de Véronique Gille
Duración: 88 min.
Año: 2021
País: Brasil
Dirección: Aly Muritiba
Guion: Henrique Dos Santos, Aly Muritiba
Música: Felipe Ayres
Fotografía: Luis Armando Arteaga
Reparto: Antonio Saboia, Pedro Fasanaro, Luthero Almeida, Thomas Aquino, Laila Garin, Sandro Guerra, Otavio Linhares, Zezita Matos, Cynthia Senek
Género: Drama. Romance
El cine brasileño ha tratado temáticas sociales con frecuencia centrándose, especialmente, en su propio país. Tal vez por eso, aún no haya encontrado su verdadero sitio en Europa. Esta nueva película del cineasta Aly Muritiba mantiene esa constante y cuenta una historia de amor hecha de virtualidad y cuerpos. Uno de los dos protagonistas, Daniel, policía instructor suspendido por pegar violentamente a un estudiante, parece tener una relación conflictiva y amarga con el mundo que le rodea. Atascado en sus problemas familiares y profesionales, su única escapatoria se llama Sara con la que se comunica por teléfono. Una historia de amor que parte de unas cuantas fotos y palabras, muchas palabras, que crean un sentimiento extraordinario y reconfortante en él.


Es una historia de amor, pero también de aislamiento ya que Daniel está enclaustrado en casa como lo muestran las imágenes lóbregas y sombrías de su casa. Un universo deprimente, agobiante, hasta abrumador y claustrofóbico. Feo. En medio de ese decorado Daniel se enamora de una mujer, Sara, fotogénica, luminosa, sonriente y promisoria. Hermosa. Daniel encuentra el amor donde puede. El cineasta no juzga y sigue a su personaje en los vericuetos de ese amor virtual hecho de imágenes, solo de imágenes con palabras que aparentan una dulce ensoñación necesaria para la supervivencia de Daniel. Un día, Sara ya no manda imágenes ni mensajes y esa ausencia carcome a Daniel.
Sara es el hilo comunicativo que ata a Daniel al mundo, pues rechaza el derecho a la libertad de amar de su hermana, Debora, cuando esta le anuncia su homosexualidad con naturalidad. La relación con su padre no puede llenarle y esta y se siente solo.
Daniel es el arquetipo del macho, refleja la masculinidad moldeada por las normas de la sociedad brasileña y que solo puede defenderse por la fuerza varonil, las ideas tradicionales, el poderío, y así queda su honor a salvo. Pero los vínculos humanos son frágiles en esa sociedad triste y violenta, secretamente atormentada por la soledad, la intolerancia y la religiosidad engañosa, enfermedades de la enajenación política. Daniel es un melancólico y el espectador se aferra a su historia de amor a falta de una visión analítica de la sociedad en el filme, cosa que lo empobrece. Sin embargo, una relación carnal lograda es imposible y Daniel decide cruzar el país para poder conocer a Sara, la desaparecida, en carne y hueso. Quizá huya él, pero esa huida borra el hastío que encarcela su vida. La reja de barrotes que se abre para dejar paso a su camioneta hacia un afuera es un fuerte símbolo de ello.


A partir de aquí voy a entrar muy en detalle en la película y si no la has visto podría considerarse spoiler.
El encuentro tiene lugar ya. Entonces es cuando la película roza el melodrama a veces inútil, casi barroco, con el destello de las luces (¿deseo de estética queer?), la dramaturgia reforzada por fondo musical disco o funk en el lugar donde las luces se difuminan y ocultan la realidad, para huir de ella. Lo virtual bajo otra forma. Daniel no conoce a Sara, sino a Robson. Rápidamente se produce una desorientación de las identidades, aunque nunca sepamos si Sara de verdad quiere cambiarla. Y es un punto (muy) flaco del filme. Es cierto, Daniel, enfrentado al tabú de la homosexualidad, es sometido a una dura prueba, pero Sara también lo es por su exclusión social, debido a que ella es honesta con su deseo y hubiera sido interesante transmitirlo y compartirlo con el espectador. Una se pregunta si el mensaje del cineasta es describir un amor imposible, una pasión virtual o si al final, es la historia de un chico sensible a quien le gusta disfrazarse de chica sin que el espectador sienta verdaderamente su tormento interior.


En su conjunto los personajes principales están correctamente interpretados. Antonio Saboia, el protagonista, interpreta a un Daniel rabioso y frágil, capaz de silenciar y mostrar su desconcierto. Pedro Fasanaro (Sara/Robson), el deuteragonista, actúa pausada y sutilmente. Thomas Aquino (Fernando), Cynthia Senck (Debora) y Laila Garin (Juliana) comparten pantalla con ellos de manera convincente. En cambio, algunos personajes secundarios son caricaturescos: el pastor, la abuela, Oswaldo,… y se hubieran merecido un mejor tratamiento… Eso precisamente porque el director no profundiza en los personajes ni en una verdadera reflexión que pudiera desestabilizar la del espectador. Daniel de entrada firme va derrumbándose y Sara de entrada frágil se reivindica y convierte en un heraldo -aunque de modo limitado- de una lucha contra la intolerancia. Pero ambos acaban por encontrarse en las secuencias finales, pues después de las palabras, las miradas, ya es hora de desafiar los prejuicios y escuchar las voces interiores, certezas nuevas que borran las antiguas.


El ex Daniel se sacrifica y da luz al nuevo, aunque sus sentimientos siguen exudando la complejidad auténtica del ser humano que el actor consigue transmitir, antes que nada, la rabia emocional (que acaso explique su agresión brutal contra un novato y revela sus frustraciones) provocada por su incapacidad de lidiar con su “desnormalización”. Las imágenes de la película en gran parte están cuadradas y sembradas de líneas que representan el encarcelamiento de los personajes. Sin embargo, conforme avanza el desarrollo del filme, las imágenes rectangulares se intensifican y generan una sensación de libertad merced a las profundidades de campo longilíneas. Algunos planos quedan gratuitos, hasta falsamente alegóricos y a veces estorban el desarrollo de la narración que se dilata inútilmente. Por un lado, el propósito de la película parece querer amoldarse a la realidad levantando un balance amargo y desencantado sobre la condición de los homosexuales en Brasil, pero por otro, el director parece querer llevarla a cabo con un proceso superficial.


El filme de Aly Muritiba es un filme sobre la alteridad transgénero, es cierto, pero también es la cantera de problemáticas más clásicas -algunas ya citadas antes- que a menudo quedan pendientes: el libre albedrío, la religión, las relaciones familiares, la felicidad, el amor, el deseo y la capacidad de cada uno para superar los límites impuestos a ese deseo, la verdad del otro o su mentira. Ante todo, la película es un viaje hacia sí mismo que no tiene nada de iniciático ya que lo impuso una sociedad intolerante, rancia, obsoleta y pesada como una losa. ¿Deberá y podrá la sociedad brasileña, un día, tolerar la diferencia y aprender (o aprender de nuevo) a aceptar la alteridad? A estos interrogantes no contesta el cineasta y por este motivo su filme es frágil y contradictorio, dejando al espectador anclado en la incertidumbre. En todo caso, se puede valorar la película por algún que otro momento de osadía en el contexto brasileño.

En internet podéis leer este artículo que trata la masculinidad y el machismo en el Brasil actual.
Hay muchas películas que se pueden ver sobre esta temática y os sugiero:
Les roseaux sauvages, André Téchiné 1994
Moonlight, Barry Jenkins 2016
Portrait de la jeune fille en feu, Céline Sciamma (que ya rodó una película sobre el mismo tema titulado Tomboy) 2019
Y Todo sobre mi madre de Pedro Almodóvar, Les garçons sauvages, y un largo etcétera.
Para ver versión en francés pulsar aquí.
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