Película de Iciar Bollain, España, 2024
Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada
Dirección: Iciar Bollain
Guion: Iciar Bollain
Director de Fotografía: Gris Jordana
Música: Xavi Font
Reparto: Mireia Oriol, Urko Olazabal, Ricardo Gómez, Lucía Veiga, Font García, Mabel Del Pozo, Pepo Suevos, Carlos Serrano, Mercedes Del Castillo
Nacionalidad: España
Duración: 110 minutos
Genero: Drama. Abusos. Política.
La última película de Icíar Bollaín es una película social que denuncia, con razón, el acoso sexual en el trabajo. Sí, el acoso sexual existe y realmente lo encontramos en este largometraje. Incluso parece que el derecho de pernada imperante en la Edad Media sigue vigente hoy. Es un drama opresivo que nos hace sentir el aliento depredador de un potentado que parece un caudillo del antiguo régimen: el alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez. Es una película comprometida, inspirada en hechos reales, que los describe más allá de sumergirse en una experiencia traumática y peligrosa. A destacar el talento de los dos actores protagonistas: Mireia Oriol y Urko Olazabal.



Su puesta en escena hace que uno se sienta enganchado a este drama de la mano de dos actores inspirados. La confusión y la preocupación se entremezclan. El suspense psicológico crea una tensión constante y demuestra cualidades cinematográficas que no dudan en describir los campos oscuros de la depredación. La directora estira las escenas en el tiempo para llevar a la superficie el malestar y la pesadez de las palabras y los gestos insistentes. La película responde así a aquellos que piensan que las mujeres que son víctimas de un superior deben renunciar y no quejarse. Esta es su fuerza, pero también su limitación como película temática. Bien escrita, bien interpretada, bien filmada, sin embargo, permanece centrada en la pareja, abandonando a los otros personajes por la fuerza de las circunstancias.



Por otro lado, la película establece un vínculo sutil entre el liberalismo depredador de cierto mundo político y el ultraje a la libre disposición de sus cuerpos por las mujeres. La cineasta quiere hacer visible, a veces a través de toques demasiado fuertes, el mecanismo de la violencia que acosa. Pero describe con certeza y precisión el juego iniciado por este depredador que sopla caliente y frío y la incapacidad de su víctima para reaccionar al principio. Él crea confusión y despista. La banda sonora, puntuada por numerosos silencios o gruñidos, infunde un clima de tensión a veces insoportable y la inquietud de Nevenka se transmite al espectador instintivamente. Tan pronto como llega a Ponferrada, los dados están echados, ya que se dice fuerte y claro que el alcalde, casado, luego viudo, no es un modelo de virtud. El acoso es insidioso: miradas, silencios, pausas o giros de frase que fuerzan la mano, llamadas tardías o días de trabajo extendidos.



La película sabe cómo exponer este proceso escalofriante del confinamiento interno de Nevenka, paso a paso. Ella ve que las cosas prometidas se hacen realidad, está orgullosa de su trabajo y se siente en deuda. Entonces el depredador pasa a los hechos para que ella permanezca en silencio porque no lo entiende y le dará el beneficio de la duda. Un ligero deslizamiento. Pero lentamente volverá para apretar la soga nuevamente. Él sabe que si Nevenka se quedó en silencio la primera vez, fue porque su aislamiento había comenzado. Significa que él la tiene a su merced. La pareja Mireia Oriol / Urko Olazabal nunca se estropea para crear el desasosiego que está en el corazón de la película: él encarna al hombre advenedizo, adoptando una variedad de comportamientos, autoritario y servicial, predador y amigable, retrato sobrecogedor de cierto universo masculino, enfermo de frustración sexual y ansia de poder que revela su depravación. Ella consigue representar la incomprensión, la duda, el dolor, el terror penetrante: su emoción nos gana mientras el miedo se convierte en ira y su corazón, como el nuestro, está en un puño. Por turnos halagada y conmocionada, los sentimientos de Nevenka le impiden cortar el deseo del chef de raíz. Y luego surge un impulso irreprimible a vomitar, a gritar.



El miedo se desliza gradualmente a la culpa, una de las burlas más despreciables sobre las víctimas de acoso: cada víctima de agresión debería hablar, y si sucede demasiado tarde, no sucedió o es su culpa. Pura mistificación. A veces, la puesta en escena ficticia es pesada, en otras ocasiones logra ser olvidada para servir la ambigüedad. Casi sin música, la película muestra las escenas una tras otra que establecen la dominación del depredador: tomas apretadas en los personajes a menudo desde atrás o de perfil, por lo que el marco no se abre y sugiere la división de poder entre el dominante y la dominada. El alcalde está en una posición de fuerza, incluso cuando se disculpa, incluso cuando está ausente. Pero el potentado no es el único responsable de esta desviación conductual, también lo es parte de la sociedad, cómplice silenciosa y complaciente, generando estos abusos.
El cuerpo de Nevenka, que se ha vuelto público, y las expresiones en su rostro ilustran su repulsión, su rechazo, su vergüenza: ya no se atavía, ya no usa maquillaje, ya no sale, cubre sus espejos para no verse a sí misma, se hunde en la soledad frente a esta situación de ansiedad que la abruma y la ha transformado en presa. Pero Nevenka es pugnaz. Icíar Bollaín se aleja de la ideología victimista y toma otro camino, el de la liberación. Sabremos poco sobre la denuncia, el procedimiento legal porque el verdadero reto es la “puesta en libertad” de Nevenka, que se convierte en una heroína -una que logra una hazaña- al poner fin a la tiranía de su carcelero cuando tendría todo que perder. Ella decide cambiar las cosas, para ella y su dignidad. De hecho, es una mujer joven que se parece a nosotras, con quien es fácil identificarse.



Icíar Bollaín parece dedicar su película a mujeres anónimas, aquellas que no se escuchan y que no se atreven a hablar dando la palabra y un lugar a Nevenka Fernández. Su película es esencial para cambiar la imagen que el público tiene de víctimas de violencia que están invitadas a liberarse de su culpa. Su servidumbre desinhibida abre el camino a una luz que todos debemos defender. El tabú se rompe cuando Nevenka logra tener éxito en su denuncia contra la humillante impunidad machista. Soy Nevenka señala a una sociedad desgarrada colectiva e individualmente, pero a una sociedad que avanza, a pesar de todo, para que este machismo desinhibido vaya a la lona y nunca se convierta en una pesadilla ordinaria para las mujeres. Por cierto, ¿qué piensa Ismael Álvarez? …







Estreno mundial en el Festival de San Sebastián el pasado 21 de septiembre
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