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Comedia, Drama, Familia

NO HAY AMOR PERDIDO

Película de Erwan LE DUC, Francia, 2023                              
Crítica de Véronique GILLE, traducción adaptada

Duración: 91 min.

Año: 2023
País: Francia
Dirección: Erwan Le Duc
Guion: Erwan Le Duc
Música: Julie Roué
Fotografía: Alexis Kavyrchine

Reparto: Nahuel Pérez Biscayart, Céleste Brunnquell, Mercedes Dassy, Maud Wyler, Mohammed Louridi
Género: Drama. Comedia. Familia.

En el amor no hay verdad, sólo verdades. El amor es plural y aquí la película construye el amor en singular en compañía de los dos protagonistas: Étienne, el padre y Rosa, su hija. Imbuida de una suave melancolía y de cierto humor, la película aborda un tema un tanto trillado: un buen día, una joven madre abandona a su compañero y a su hija mientras busca un lugar donde aparcar su coche. Étienne tiene veinte años y no sabe nada. Él no comprende y espera su regreso, abatido, triste, dócil con su bebé y sus padres acogedores.

     La puesta en escena se compone de numerosas elipsis y no tiene  dramatización farragosa (a pesar del tema). Las palabras escritas en el cartel que Valérie preparó para desfilar durante una manifestación en la que Étienne acudirá en su ayuda presagian el resto: “Sin mí”. Por tanto, padre e hija permanecerán solos y aprenderán a crecer y a madurar juntos. El estilo es bastante depurado, a veces enriquecido con un absurdo inesperado. La película sigue una linealidad y mantiene una forma clásica en escenarios a menudo de colores brillantes. Erwan Le Duc parece a veces afiliarse a una especie de neo-Nouvelle Vague en su propósito, alejándose de los dogmas de la misma. De hecho, el cineasta rompe este clasicismo trompe l’oeil con escenas y diálogos que aportan una diferencia real.

     Pero precisamente esta discrepancia es a menudo demasiado elaborada para ser naturalmente creíble y su sinceridad es incierta. Esto parece más un proceso teatral o coquetería estilística, si bien el director busca involucrar a su público. Es especialmente a través del personaje de Étienne que Erwan Le Duc aporta una pequeña marca de inconformismo con la inversión de roles filiales. La tristeza de Étienne, a la vez aparente y oculta, vuelve ineficaz cualquier sospecha de venganza manipuladora en un hombre que, después de todo, es poco más que un niño. Es más, nos preguntamos si esta melancolía no es intrínseca al personaje que se deja flotar según sus deseos o si es verdaderamente debida al  abandono de su pareja, evocado de forma tan sucinta que casi resultaría grotesco.

         Rosa, atrevida y madura, es la adulta de la película y acepta sin pestañear que no tiene una madre a su lado porque así es la vida. Y se acabó. Un tanto abrumado por los acontecimientos, su padre se debate entre el deber de criar a su hija y la dificultad de frustrar los planes de Rosa. El tono es decididamente suave, moderado, incluso sabio, pero también teñido de picardía. El tema del abandono recorre una historia en la que son bienvenidos los momentos de humor y reveladores de un cierto desencanto con la vida. El cineasta filma sin patetismo y el encanto de la película reside en su ausencia de juicio. Las tormentas bajo el cráneo de Étienne no reflejan la oposición entre el bien y el mal, sino las contradicciones de todos. La prometedora Céleste Brunnquell interpreta con soltura, a veces teatralmente, las vacilaciones de su personaje: ¿cómo no “profanar” la memoria de una madre que los abandonó? ¿Cómo quieres conocerla? Expresa la pureza y la intransigencia de sus años verdes. Asimismo, el talento actoral de Nahuel Pérez Biscayart hace adherirnos a sus luchas internas mientras la puesta en escena lo presenta como una figura constantemente tomada por sorpresa.

     La decepción de la película proviene del hecho de que es demasiado larga y se atasca en los tiempos muertos. Éstos y ciertos detalles de puesta en escena constituyen inconvenientes que impiden que la película alcance el nivel de una gran película. No se destacan los papeles secundarios, sobre todo los de Hélène, compañera de Étienne y de Youssef, el novio lunar de Rosa. Además, el interés del tema se diluye a medida que se multiplican los planos contemplativos. Y a pesar de momentos encantadores y de un reparto más que honorable, la película no alcanza el grado de emoción que el título podría haber sugerido. El largometraje no convence porque su lado extraño y fantasioso no está realmente asumido y termina en lo convencional. Flota un poco.

     Sin embargo, la realización intimista cercana a los cuerpos y las miradas transmite el apego de un padre a su hija y viceversa. Por eso la película sigue siendo agradable gracias a la relación entre Étienne y Rosa y a su evolución, que es, de hecho, el punto fuerte innegable de esta historia, en última instancia, conmovedora. Las últimas imágenes de la película muestran lo importante que es no perder la carrera hacia el amor porque todos tienen mucho que ganar. El gran señor Aragón tal vez se equivocó al fin y al cabo, hay amores felices.

Para ver la versión en francés pulsar aquí.

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