Documental de Mathias MLEKUZ, Francia, 2024
Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada
Duración: 90 min.
Año: 2025
País: Francia
Dirección: Mathias Mlekuz
Guion: Mathias Mlekuz, Philippe Rebbot,
Fotografía: Florent Sabatier
Música: Pascal Lengagne
Género: Drama. Comedia. Road Movie.
La muerte de un hijo es antinatural e inconcebible. No existe una palabra para designar a un padre “huérfano” de un niño. El documental de Mathias Mlekuz es a la vez conmovedor y hermoso. El director lleva consigo a su mejor amigo, Philippe, en un viaje en bicicleta para recorrer el camino del Atlántico al Mar Negro en el surco de las ruedas de su hijo Youri, que había emprendido el mismo viaje y ha decidido, un año antes, irse a un larguísimo sueño del que no despertará. Los dos amigos emprenden el camino en bicicleta, con el corazón en el fondo de un pozo, para intentar domar este dolor indescriptible y aceptar que no hay nada que se pueda hacer.

El documental es como un caleidoscopio de humanidad sencilla y comunicativa. Youri, el payaso, se esconde detrás de cada paisaje, de cada monumento, aún presente. Los diálogos entre Mathias y Philippe son ingenuos, aproximados, inacabados como la vida. A menudo los dos hombres sienten la pérdida que adquiere la apariencia de incertidumbre cuando repasan sus recuerdos alrededor del fuego o en la tienda. En estos recuerdos es quizás donde permanece la ternura que se puede leer en la sonrisa de Mathias, toda rota y en su hermosa mirada, toda húmeda.

La película muestra así cómo el dolor se desvanece lentamente porque es fácil dejarse tentar por el recuerdo que a veces regresa y se disfraza de refugio; por ejemplo, mojando los pies en un río, colocando la mano sobre una estatua, entrando a orar en una iglesia, gritando sus miedos y riendo sus alegrías. Es entonces una oda a la libertad, una montaña rusa emocional de la que se sale con la mente cargada de lágrimas primero y el corazón alegre después. Las secuencias poéticas y las jocosas se entrelazan con delicadeza y sencillez a lo largo de la película. La descripción de la amistad de los dos hombres es obviamente sincera.

El documental en sí es sencillo, sin originalidad ni esmero, la trayectoria del guión es cronológica y predecible, porque Mathias Mlekuz recorre el camino del duelo en la pantalla. Sin embargo, la película no es empalagosa, sino suavemente metafísica, incluso filosófica, y llega hasta un hermoso final. No hay sorpresas, es cierto, pero sí una fe real en una historia optimista y un enfoque valiente por parte de este simpático dúo humanista que logra evitar el exceso de patetismo y la hermosa complicidad dialógica del tándem, pintada con pequeños toques impresionistas, seduce.

Es una película armoniosa, a la que quizás sólo le falta una mayor confianza de su autor por su tema, difícil e íntimo: un tema sobre la amistad y acompañado de una reflexión sobre la vida, la muerte, el cuestionamiento de la culpa, el regreso a los orígenes. Nos dejamos llevar por las ganas de entrar en la conversación porque la sostienen dos personalidades entrañables, poéticas, luminosas, optimistas.

El montaje sobrio utiliza efectos para revelar los estados de ánimo de Mathias y Philippe. ¿Habría beneficiado el trabajo de adaptación y transposición documental de ser más exhaustivos? Sí, sin duda, pero la película rezuma una autenticidad innegable y provoca una emoción palpable con una compostura bienvenida, sin difuminarse artificial o innecesariamente y sin caer jamás en un patetismo indecente. El baile final sumerge al espectador en una profunda emoción. Al fin y al cabo, ¿no es para eso el cine? ¡En bicicleta! ofrece al espectador un abanico de emociones que se lleva consigo al salir de la sala…
Vista en BCN FILM FEST IX de Barcelona
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