Película de Avelina PRAT, España, 2025
Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada
Duración: 114 min.
Año: 2025
País: España
Dirección: Avelina Prat
Guion: Avelina Prat
Fotografía: Santiago Racaj Reparto: Manolo Soto, María de Medeiros, Branka Katic, Rita Cabaço, Ivan Barnev, Luísa Cruz, Rui Morrison, Bianca Kovacs, Morgan Blasco, Kasia Kapcia, Aina Roselló, Sam Avtaev, António Mortágua, Xavi Mira, Zia Soares,
Música: Vincent Barrière
Género: Drama. Thriller.
Tras la repentina desaparición de su mujer, Fernando, profesor de geografía en Madrid, se cuestiona su vida. Haciéndose pasar por un jardinero que ha sufrido un infarto a quien conoció en un hotel donde ambos descansaban, parte hacia Portugal y decide convertirse en jardinero en una casa de campo. Poco a poco, Fernando, ahora Manuel, traba amistad con su casera. Avelina Prat nos entrega un largometraje tan sencillo como el campo, nada desagradable y más bien atrayente, pero corriente. La película se beneficia sobre todo de un elegante encanto en su forma. Es una bella historia de amistad pintada con pequeños toques impresionistas y los dos actores principales (Manolo Soto y Maria de Medeiros) son sensibles y complementarios.


La película permite una cierta desconexión gracias a su bella fotografía. Su temática es sencilla ya que asocia la identidad personal a un lugar que es el de todos y cada uno. Fernando no es realmente Fernando en Madrid y se convierte totalmente en Manuel cuando está en medio de la rosaleda portuguesa, cuando por fin está en casa. Es una película tranquila, sin explosiones de genialidad pero tampoco sin debilidades. Invita a la reflexión pacífica sobre el retorno a los propios orígenes, a las propias fuentes. Una película delicada, capaz de satisfacer a los amantes de las emociones suaves, un himno al hedonismo que elogia implícitamente, un soplo de aire fresco, bastante corrosivo por cierto, porque va a contracorriente de los problemas urbanos recurrentes de hoy (separación, partida, trabajo, enfermedad, desarraigo).


Sin embargo, esta atrapante historia no resulta del todo convincente pues el trabajo de adaptación y la transposición cinematográfica habrían ganado en profundidad. Tradicional incluso en la calidad de sus interpretaciones, la película no depara sorpresas y queda inconclusa, aunque huele a campo de verano y a la calidez de los sentimientos antiguos y solidarios. Queda un momento de pura relajación, sobre todo para apreciar la actuación de Manolo Soto que transmite bellas emociones, que es justo y sincero frente a sus compañeros de reparto, especialmente frente a Maria de Medeiros con su elegante actuación.


El desenlace de la película se ve desde lejos, pero Una quinta portuguesa mantiene una frescura en las escenas donde Fernando-Manuel cruza el verbo con Amalia. Aunque la película, con su dirección muy clásica, está llena de buenos sentimientos y no rehúye los clichés, aún es posible caer bajo su hechizo. Las charlas llenas de honestidad entre los dos héroes lo salvan todo, ya que la directora no evita la serie de lugares comunes sobre las consecuencias de las cosas que no se dicen y la importancia de la comunicación. En cualquier caso, es bueno cruzar el umbral de esta quinta portuguesa.


Vista en BCN FILM FEST IX de Barcelona
Dejar una respuesta