Película de Olivier DUCRAY y Wilfried MÉANCE, Francia, 2024
Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada
Duración: 77 min.
Año: 2024
País: Francia
Dirección: Olivier Ducray, Wilfried Méance
Guion: Olivier Ducray, Wilfried Méance. Remake: Cesc Gay
Fotografía: Stéphen Méance Música: Alexis Rault
Reparto: Isabelle Carré, Bernard Campan, Julia Faure, Pablo Pauly, Florès Cardo, Jeanne Peltier Lanovsky, Léa Nauleau,
Género: Comedia. Remake
La película está inspirada en la película española Sentimental de Cesc Gay (2020) basada en su obra Los vecinos de arriba. Como dice el dicho, solo la verdad duele. Podríamos añadir: solo la verdad nos hace reír. Porque, como sabemos, una caricatura debe ser realista para que su extravagancia provoque hilaridad. Para que sea graciosa, debe subvertir la norma, la lógica y la decencia; debe sorprender, impactar o perturbar. Aquí, los directores han cumplido con su contrato: entretener. Tras el vodevil de la insolencia contenida, la humillación, el sufrimiento y la frustración bajo las primeras notas de El amor es un pájaro rebelde de la ópera Carmen al comienzo de la película. En un decorado (casi) único, Olivier Ducray y Wilfried Méance no buscan tres pies al gato en intentar des-teatralizar la película.




Paradójicamente, esta comedia, construida sobre bases dramáticas, tiene un trasfondo serio: Sophie y Xavier son una pareja cuya pasión se ha apagado con el tiempo, generando frustraciones y amargura, ilusiones perdidas hace tiempo. Pero esta noche, Sophie ha decidido, a pesar de la reticencia de Xavier, recibir a sus vecinos del piso de arriba, de quienes oyen los gemidos de placer casi todas las noches, para poner las cosas… sobre la mesa con ellos. La trama de la película se basa en el enfrentamiento de dos parejas que funcionan de maneras diametralmente opuestas. El interés de la película reside en transformar una situación de bloqueo entre Xavier y Sophie en un encuentro real entre los dos.


Los clichés del vodevil (entradas y salidas de salas, malentendidos y cambios repentinos) están presentes, pero los diálogos son pulidos y divertidísimos, el tono decididamente moderno y la película no pierde ritmo. Nunca nos aburrimos, un logro aún más notable al tratarse de una película a puerta cerrada. De ingenua compasiva, Isabelle Carré (Sophie), con ganas de hacer bien, se muestra impecablemente natural y nos deleitamos con sus expresiones, así como con los comentarios sarcásticos de Bernard Campan (Xavier), irresistiblemente efectivos. Asimismo, la actriz aporta una dosis de emoción a su personaje, lo que le permite invertir el equilibrio de poder ante las agridulces palabras del personaje de Xavier. Bernard Campan ofrece un contrapunto perfecto al personaje de Sophie y el resto del reparto (Julie Faure y Pablo Pauly) está en sintonía.


Los diálogos son agudos y dan en el blanco causticamente. Cada uno conoce su papel, y por lo tanto lo interpreta en una sucesión de secuencias exitosas, y nos reímos de verdad. Los diálogos vuelan como petardos en un comedor transformado en un pequeño campo de batalla orquestado por la pareja anfitriona. Detectamos una buena comedia, sin duda, pero también un drama sobre el estancamiento sentimental. Este drama a puerta cerrada impresiona por su sutil desarrollo que erosiona la apariencia y desentierra los agravios de una pareja cansada. La gallina es vieja, pero hace buen caldo. Es cierto que permanecemos durante bastante tiempo en una atmósfera y un enfoque de teatro filmado antes de que, poco a poco, el ritmo de los diálogos y la energía de los intérpretes logren romper las ataduras. Y esta inteligente película refleja bastante bien nuestra mezquindad, nuestra vanidad y nuestras frustraciones, ya estemos cohibidos como Xavier o liberados como Adèle y Alban. Esta corrosiva terapia de pareja nos recuerda un hecho olvidado: los compromisos sociales pueden ser fructíferos y liberadores.


La película no se muestra demasiado comprensiva con la humanidad atormentada de sus personajes, y su puesta en escena busca una ruptura premeditada del silencio. La velada transcurre en tres o cuatro horas, pero sentimos que la vida de una pareja va desfilando, mientras los cineastas parecen cuestionarse constantemente sobre cómo logra un individuo quedar uno mismo dentro de la pareja. Los diálogos, hilera de malas pasadas, fluyen con naturalidad, y los dos directores se han esforzado por reconstruir el mundo de una pareja al borde del agotamiento. Sin embargo, el final sigue siendo convencional, arrullado por la hermosa melodía de «La canción de los viejos amantes» de Jacques Brel y por una pareja que se está sonriendo. El resultado es una pequeña joya que constituye un buen estudio social por ser bien ejecutado y risueño, ingenioso y chiflado. ¡Así que, a cenar y disfrutar!



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