Dentro de la sesión de Cortos 1 del Animac (Festival de cinema d’animació de Catalunya) se ha incluido el último cortometraje del argentino Pablo Polledri. Sin lugar a dudas, un autor muy a tener en cuenta.
Dos compases de cuatro tiempos (ocho tiempos en total) se repiten en un bucle sin fin. Un signo del infinito reemplaza las dos letras «o» de la voz inglesa «Loop», que significa bucle. ¿O es un ocho tumbado?
Después de los créditos, se abre el plano general de una ciudad cualquiera, con su cine, sus locales de ocio y sus vallas publicitarias que repiten al unísono el mismo mensaje «Buy». Mientras un lento zoom nos adentra en ella, nos percatamos de la curiosa disposición en «8» de su única calle que, en vez de llevar a alguna parte, sólo conduce a ella misma, imposibilitando salir del bucle. Los coches que la recorren están atrapados sin remedio en su compás de ocho tiempos.

En pequeños cortes que irremediablemente obedecen al ritmo de la música, vamos a ir conociendo a sus habitantes: un barrendero que barre obstinadamente la misma losa de la acera, un herrero que martillea rítmicamente en su forja, un grupo de músicos que no se salen del compás (casualmente el tango utiliza compases de 2/4, 4/4 y 4/8 tiempos), un aburrido televidente atrapado en un interminable záping entre telepromociones y futbol, una niña que jamás alcanzará a recoger un fruto de un manzano por mucho que se empeñe en sus saltos… Todo aderezado con la impresión del número «8» repitiéndose de vez en cuando en algún detalle la pantalla. Ayudará al espectador más despistado a entender por qué está golpeteando con sus dedos a cuatro tiempos, pues seguro que todos, absolutamente todos, hemos cogido ya el pegadizo ritmo de la ciudad. Nos hemos sumergido en ella. Formamos parte de ella. Nos engancha su ritmo. Nos atrae.

Las escenas se suceden: dos tenistas jugando el punto más largo jamás visto en este deporte, unos niños repitiendo la lección de la maestra, un súper héroe que salva a la misma chica cada dos segundos ante su embelesada audiencia… Y cuando pensamos que «Loop» no tiene más que ofrecer que un simpático ejercicio de amoldamiento de nuestra compleja realidad a un pegadizo ritmo de ocho tiempos, aparece él. El hombre de espaldas sentado delante del panel de control. El eterno villano de las películas rige también la ciudad perfecta del ocho. Sin jamás perder el ritmo, los cambios de plano se aceleran, mostrándonos la vida monótona y encorsetada de sus habitantes. Todo va a la perfección. Todo está acompasado. El villano no tiene de qué preocuparse.
¿Aparecerá la nota discordante? ¿Tendría cabida? ¿Acaso sería tolerada?
Después del visionado original en pantalla grande, he corrido a la pequeña pantalla de mi pc para poder volver a disfrutarlo en las sesiones en streaming del Animac… hasta ocho veces. Loop me ha dejado embelesado. Es una pequeña obra maestra en la que todo está perfectamente octavado y trenzado. Y en ocho minutos de duración. ¿Será casualidad?
Os recomiendo ver también este cortometraje del mismo autor: Corp.

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