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BCN FILM FEST, Comedia, Drama

                        ¡DAAAAAALÍ!

Película de Quentin DUPIEUX, Francia, 2023

Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada

Dirección: Quentin Dupieux
Guion: Quentin Dupieux
Director de Fotografía: Quentin Dupieux
Música: Thomas Bangalter
Reparto: Anaïs Demoustier, Gilles Lellouche, Édouard Baer, Jonathan Cohen, Pio Marmai, Didier Flamand, Romain Duris, Pierre Niney, Alain Chabat, Jérôme Niel, Hakim Jemili, Agnés Hurstel

Nacionalidad: Francia
Duración: 79 minutos

Genero: Comedia. Drama. Absurdo

    Apellido: Dalí. Nombre: Salvador. Profesión: pintor, escultor. Característica: fuente inagotable de inspiración para muchos cineastas. Entre ellos, el francés Quentin Dupieux, alborotador que decide darle el papel principal de su penúltima película e impulsa a los espectadores a un largometraje estrafalario y absurdo para sobrepasar aún más los límites del personaje. Aquí, estos límites sobrepasados nos sumergen o nos vuelven a sumergir en el universo singular y pintoresco del pintor catalán, como también lo es el de Quentin Dupieux. Ingenio vivaz, humor cáustico. La película es a la vez excéntrica y apasionante con sus situaciones divertidas y atraerá a aquellos que no son alérgicos a este universo porque el tono habitual y conocido del director está muy presente.

     El cineasta ofrece setenta y siete minutos de locura y de saludable insolencia en los que inserta una feroz sátira de los medios de comunicación, en particular del cine, con un humor provocativo que no teme atacar allí donde duelen la falta de sinceridad y el lucro. Es un pequeño festival de personajes terribles -el productor, el sacerdote, el propio Dalí– impulsados ​​por situaciones absurdas que coquetean con el surrealismo, Dalí obliga. ¿Absurdo?… ¿Absurdo?… ¿De verdad es tan seguro? ¿Y si el narcisismo escandaloso del pintor, multiplicado por cuatro en la película ya que cuatro actores interpretan el papel (Edouard Baer, ​​Jonathan Cohen, Gilles Lellouche, Pio Marmaï, todos notables) no fuera más que un reflejo del de los productores, actores y artistas de todo tipo que obstruyen el mundo del cine?

     Sus peroratas atraen, seducen, humillan, degradan, ofenden para más vengarse en nombre de un poder cuyos abusos han sido silenciados con demasiada frecuencia. La película luego se transforma en un acto subversivo -la escena en la que interviene una maquilladora es un ejemplo perfecto-, denunciando estos comportamientos y eso es lo que la hace interesante. La protagonista femenina se llama Judith: ¿podría ser entonces una suave alusión a la actriz Judith Godrèche que denunció en 2017 las agresiones sexuales de Harvey Weinstein, entre otros? ¿Pero quién es Judith en la película? Se trata de una ex vendedora de panadería, interpretada con recato por la excelente Anaïs Demoustier. Personaje tímido e insípido, sin embargo tiene una ambición: la de realizar una entrevista a Salvador Dalí. Para llevar a cabo su proyecto, esta periodista ingenua e improvisada vive una pesadilla, pero tendrá más o menos un mañana feliz.

     Precisamente, la indiscutible sinceridad de Judith será su salida de este universo implacable. A lo largo de las secuencias, adquiere una fuerza que nunca abandonará mientras el fantasma alegre de Dalí se cierne sobre la película, con su humor a veces colegial, a veces rebuscado, pero siempre con un fuerte acento de verdad y de conciencia social, especialmente en la pintura del productor vulgar, tosco y codicioso (bien retratado por un exaltado Romain Duris). No todas las parodias son hilarantes, esa es la naturaleza del humor. Pero estamos firmemente en la tierra de Quentin Dupieux, que nos hace descubrir las alegres tribulaciones de Salvador Dalí, saboteador de entrevistas. A diferencia del pintor interpretado por cuatro actores, los demás personajes no cambian de piel, porque son representaciones, arquetipos inmutables.

    Construida sobre una dialéctica de orden y desorden, equilibrio y desequilibrio, la provocativa comedia de Quentin Dupieux se adentra en el delirio y el caos para leer mejor la imagen de nuestra sociedad a la que la mente del cineasta no está sometida. Su película también aboga por una mirada cómica, iniciada por el arte de la observación. Así, muchos elementos de la decoración cinematográfica son pruebas allegadas a la realidad de Dalí: los paisajes de Cataluña, las esculturas bigotudas, las escenas pictóricas y, por supuesto, ¿cómo no pensar en el sueño de Dalí que fue fuente de una de las más películas famosas de su amigo, Luis Buñuel,Un perro andaluz, cuando el cura le cuenta el suyo? Religión y perversidad se unen en esta nueva adaptación en forma de homenaje al cineasta español. El director invita al espectador a escapar del sometimiento del gag subrayado, donde lo que se daría por gracioso estaría necesariamente en el centro de la imagen. A menudo ignora los primeros planos y compone planos generales que se pueden observar desde todos los ángulos. Su película se puede observar y escuchar: las exclamaciones y las onomatopeyas son legión en determinadas escenas.

    Con humor y delicadeza, Quentin Dupieux resucita a Dalí, un personaje singular con cabello y bigote inmediatamente identificables, pero difícil de imaginar en la vida cotidiana. Por eso el tiempo de la película parece suspendido. Todo el talento del cineasta reside en su capacidad para hacer parecer atractivo y omnipresente a un individuo narcisista y a veces muy desagradable. De hecho, Dalí está en casi todos los planos y, si está ausente, los demás personajes hablan de él. El director juega con el principio de repetición. A lo largo de la película se presentan numerosas escenas (la llegada de Dalí al hotel, el sueño del cura, la secuencia final, etc.), del mismo modo que el alegre y agradable estribillo que acompaña las secuencias y que fue compuesto por Thomas Bangalter, uno de los dos miembros del grupo desaparecido Daft Punk. La banda sonora se vincula con una bella complicidad al espíritu del burlesque. Y los diálogos no se quedan afuera al participar de la locura ambiental.

    Algunos espectadores serán quisquillosos ante algunas escenas subversivamente ambiguas. En realidad, Quentin Dupieux ataca el poder exagerado de los bajás de la producción, los llamados amantes de las imágenes o del cine en general, pero hechizados por los caminos trillados del mundo del dinero. Gracias a la frecuencia de los planos generales, el director invita al espectador a mirar su reflexión sobre el cine porque éste apela no sólo al corazón, sino también al discernimiento. El espectador al que se dirige es un espectador crítico, un espectador-actor cuyo ojo y oído hurgan en la película porque ciertas cosas son buenas de ver y oír. A pesar de la sencillez del guión, la narración hace todo lo posible por encubrir la trama y romper su línea con múltiples redundancias que perturban el mecanismo. Es un mecanismo distendido. Intercala entre los nudos dramáticos periodos narrativos gracias a los cuales el efecto cómico cobra fuerza. Debemos recordar planes anteriores, jugar al juego de las diferencias para captar esta fuerza y ​​descubrir sus sutilezas.

     Entre palabras e imágenes, sonrisas y risas. Sonreímos. Nos reímos. Con una risa amable, divertida, sin condescendencia como la risa de un niño. Quienes no ven las películas de Quentin Dupieux que sigan sin verlas. Y aquellos que no las comprenden, ¡mejor no vean Daaaaaalí porque podría sacarles de quicio! Otros podrán disfrutar de esta película sin moderación.

Vista en el BCN Film Festival en Barcelona

Para ver la versión en francés pulsar aquí.

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