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BCN FILM FEST, Drama, Inmigración

GREEN BORDER

Película de Agnieszka Holland, Polonia, 2023

Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada

Dirección: Agnieszka Holland
Guion: Gabriela Lazarkiewicz-Sieczko, Maciej Pisuk, Agnieszka Holland
Director de Fotografía: Tomasz Naumiuk
Música: Frédéric Vercheval
Reparto: Behi Djanati Atai, Agata Kelesza, Piotr Stramowski, Jalal Altawil, Maja Ostaszewska, Tomasz Wlosok, Jasmina Polak, Magdalena Poplawska, Maciej Stuhr, Marta Stalmierska, Roman Skorovskiy, Jan Aleksandrowicz, Al Rashi Mohamad

Nacionalidad: Polonia
Duración: 147 minutos

Genero: Drama.Inmigración

      Green Border es una película interesante, de esas que te alegra haber ido a ver después de verla y que recomendarías. La green border es esta frontera verde que separa Bielorrusia de Polonia. Polonia es Europa. Pero los refugiados de Medio Oriente y África que sueñan incansablemente con Europa gimen bajo el yugo de una crisis geopolítica orquestada por el dictador bielorruso Alexander Lukashenko y el presidente radical polaco Andrzej Duda. Rápidamente, los candidatos a la felicidad europea se convierten en instrumentos de propaganda a los que se atraen a cambio de la llegada a la tierra prometida.

      El escenario de las cuatro partes que componen la película es el bosque verde, pero que veremos en blanco y negro porque así fue elegido por la cineasta polaca Agnieszka Holland. Es un bosque gris y negro. Un bosque simbólico, devorador de humanos, generador de angustia y opresión, ciertamente menos oscuro que la cueva, pero es un bosque cerrado, arraigado, resonante de gritos y que, después de algunas luchas, se vuelve silencioso ante la vida. En este bosque a cielo abierto se encuentran sirios, norteafricanos y subsaharianos, y en este cielo van planeando aves rapaces. La elección conceptual de una imagen en blanco y negro sumerge la película en el realismo y la credibilidad de un prestigio desaparecido: el del sueño de los inmigrantes.

     Si este drama comienza como muchos otros sobre el tema – la primera parte se llama ‘La familia -, da giros argumentales bruscos y nos enfrenta a la brutalidad de un viaje rápidamente truncado. Bien interpretada y dirigida, la película afirma su realismo en blanco y negro con el mérito de un documental imbuido de un sabor de veneno ficticio, porque Agnieszka Holland sabe cómo utilizar las herramientas de la ficción y la dramaturgia para cumplir su propósito. De esta manera podríamos evocar la aridez del documental y la humanidad de la ficción. El largometraje es intransigente tanto para los bielorrusos como para los polacos europeos. Asimismo, el blanco y negro es como una vuelta a lo básico y nos empuja a centrar nuestra atención en esta actualidad y su legibilidad.

     Sin embargo, la cineasta evita tanto el estilo contemplativo de cierto cine como el lado “de choque” y lloroso de la ficción que denuncia toda la miseria del mundo. Aquí la historia se desarrolla hacia arriba, porque el viaje de la familia siria de Bashir y Amina, de Leila y los demás personajes puede sorprender por su composición en cuatro partes: «la familia«, «el guardia«, «los activistas«, «Julia» – y su tono a veces extraño, entre la road movie y la película de acción. Policías corruptos, violentos, brutales y guardias fronterizos carentes de empatía forman una muestra de la bajeza humana, pero la realidad rara vez cede a la caricatura, prefiriendo confiar en algunas secuencias emblemáticas como la trágica fuga de Leila y Nur.

      Surgen amistades, se forjan vínculos, pero los giros y vueltas los deshacen rápidamente. Sin embargo, la película también puede resultar delicada. Justa, sensible e impactante, la puesta en escena demuestra maestría y, en ocasiones, cierta frialdad. Pero la seca brutalidad con la que Agnieszka Holland llega al corazón de sus personajes y su épica le da a su película el contrapeso necesario a la empatía excesivamente emocional que de vez en cuando plaga los proyectos de este género. No es tanto a través de los sentimientos que Green Border busca conmovernos, aunque lo logra con la bien dirigida historia de la odisea, a menudo trágica, de estos refugiados en busca de un futuro nuevo y mejor.

      Pasajeros clandestinos en su propia existencia, la cineasta parece poner en movimiento a sus personajes mediante un instinto de supervivencia que los abruma y los extravía. Sólo les queda una incipiente solidaridad entre ellos para oponerse a la crueldad del mundo hacia el que corren y del que, para muchos, sólo morderán el polvo. A costa de los mayores peligros, se lanzan hacia su destino, cuyas realidades estadísticas se nos recuerdan al final de la película, atónitos por el dolor y como insensibles al crimen. El rigor de la película es la mejor defensa contra su propio sentimentalismo o el nuestro y unas cuantas escenas inspiradas mantienen la película por encima del conformismo que podría amenazarla.

      La película reproduce la vida y la muerte sin una estética demasiado pegadiza o demasiado enfatizada. La violencia no se mantiene fuera de la pantalla y se denuncia. En general, la película suena cierta ya que entrelaza nociones de oportunismo y altruismo. Si la empatía es obviamente la fuerza impulsora detrás de quienes ayudan a los inmigrantes, Green Border destaca una dimensión adicional: la de su carácter incontenible gracias al personaje de Julia. Esta es una originalidad de la película. Otra originalidad es que los inmigrantes tienen su propia identidad (Amina, Bashir, Leila, Karim, Farah, Ahmed, etc.) y ya no son figuras simbólicas que supuestamente abarcan una masa, como los mafiosos y los guardias fronterizos.

      Sólo se representan a sí mismos y se dividen entre verdugos y víctimas. Éste es uno de los aciertos de la película que, en una atmósfera gélida y mortal, opta por una cierta complejidad y subraya el humanismo del escenario, como ya se ha señalado. Quizás sea incluso una pena que a veces el efecto real se vea estropeado por un escenario demasiado formateado. Pero la película encontró su equilibrio, sobre todo gracias a la interpretación sincera de la que extrae su energía. De hecho, los personajes están envueltos en una humanidad cuyos testimonios cobran vida. La actuación de los actores revela la realidad de estas mujeres y hombres que llegan de países lejanos y luego deben contrarrestar el sistema clandestino e ilegal sin el cual ningún paso a Europa sería posible.

      A través del personaje de Janek, el guardia fronterizo polaco, Agnieszka Holland señala la ambivalencia de estos guardias que buscan obediencia (“-Es mi deber”, Janek responderá a su esposa embarazada que le pregunta por qué está actuando contra los migrantes) a la jerarquía, pero que también pueden estar impulsados ​​por motivos humanistas y empáticos. Al decidir defender la causa humanitaria de los inmigrantes, Janek recupera una especie de autoestima. Sin embargo -y esto es un punto débil de la película- nos hubiera gustado saber más sobre la transformación de este guardia, al igual que la de Julia y los demás activistas. Sin duda, la ficción avanza demasiado rápido para permitirnos comprender más profundamente la complejidad de los personajes.

      Más allá de su tema actual y dramático, la película da la sensación de ser una película apátrida y, en el sentido noble, globalizada. Blancos, negros, blancos y negros. Pero sobre todo, personas. Personas que están dispuestas a “morir mil veces, morir mil veces, morir mil veces…” (Youssoupha).

Vista en el BCN Film Festival en Barcelona

Para ver la versión en francés pulsar aquí.

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