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Amistad, CRIMEN, Drama

LA PRISONNIÈRE DE BORDEAUX

Película de Patricia MAZUY, Francia, 2024

Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada

Duración: 108 min.

Año: 2024
País: Francia
Dirección: Patricia Mazuy
Guion: François Bégaudeau, Pierre Courrège, Emilie Deleuze, Patricia Mazuy
Música: Amin Bouhafa
Fotografía: Simon Beaufils

Reparto: Isabelle Huppert, Hafsia Herzi, Noor Elasri, Jean Guerre Souye, William Edimo, Magne Havard Brekke, Lionel Dray, Jana Bittnerova, Lamya Bouladiz, Céline Chlebowsky, Any Mendieta, Imen Hadjersi, Laetitia Persick
Género: Drama. Crimen. Amistad

     Una (muy) buena actriz no necesariamente hace una buena película. La prisionera de Burdeos es una prueba tangible de ello. A pesar de lo mucho que está en juego con la presencia de Isabelle Huppert, la película se estanca en un suspense mal equilibrado con personajes bosquejados a grandes rasgos. Además, la misma Isabelle Huppert, en la piel de la esposa de un neurólogo, rica y ociosa, parece perdida. Es difícil sentir el entusiasmo de dos actrices (Isabelle Huppert comparte cartel con Hafsia Herzi) que se mantienen firmes. Aquí todo está desarrollado de antemano, congelado en escenas filmadas con academicismo.

        Era una atractiva idea de partida la historia de un renacimiento: el de dos mujeres atrapadas en sus entornos, completamente opuestos. Dos mujeres, Alma y Mina, que ya no se conforman con sus mentiras y ya no quieren ocultar su propia verdad. Ciertamente, el tema de dos ambientes entrelazados es manido. Pero ¿por qué el escenario, decididamente intrusivo, priva a sus heroínas de su libertad de acción? ¿Es la película sólo una fórmula de marketing, un agregado de diálogos y gestos también manidos? La película comienza como una bonita historia social y termina al estilo gangster sin guión. Es el encuentro de dos mujeres en la prisión donde están encarcelados sus respectivos maridos. Una se encuentra con la otra y ésta acepta la ayuda de la primera.

      Aquí se produce un extraño ajuste: las vidas de Alma (Isabelle Huppert) y Mina (Hafsia Herzi) son tratadas con la misma ligereza que una colección de anécdotas -un robo, una muerte, una sed de venganza, un encuentro, unas visitas, una prisión…- de cuyo interés dudamos. Sin embargo, queda la actuación de Isabelle Huppert, exitosa cuando coquetea con el sarcasmo y lanza su mirada desilusionada sobre la existencia, la inmovilidad, el aburrimiento y las esperanzas incumplidas. Pero entre el cinismo y el humor negro, el desbordamiento de palabras se alarga y cuesta apegarse a los personajes y soñar con ellos en un futuro mejor.

       El otro error de la película es que la directora no evita la ingenuidad de un encuentro basado en la solidaridad, la tolerancia, la compasión y un velo de amistad. Nada más que un velo. No ofrece una hermosa reflexión sobre la sororidad cuando está sujeta a la adversidad de la compartimentación social y carcelaria. La idea debió pasar por la cabeza de Patricia Mazuy, pero no aparece en su largometraje. Sin embargo, lo que parecía muerto para siempre en Alma de pronto se abre de nuevo a la vida, sin duda el camino será más empinado de lo esperado, pero poco importa. Ya no será prisionera de su prisión de arrepentimientos.

     La prisionera de Burdeos carece de sinceridad y no causa sorpresa. Desafortunadamente, la película está repleta de secuencias y diálogos demasiado cargados de simbolismo, así que la actuación se vuelve mecánica y no emociona. Maniqueístas, improbables y sin humanidad delicada, los personajes son estigmatizados como pasa frecuentemente en el enfrentamiento de dos mundos. Además, y más allá de la calidad de los intérpretes, la película mantiene el mismo tono y no logra su objetivo, porque para estas dos mujeres no se trata tanto de revelarse a sí mismas como de llevar su carga, de consentirla sin ira. El bien y el mal se exageran mientras se narra la banal historia de una mujer madura abandonada que quiere  darle un toque picante a su vida en contacto con su contraparte perfecta, Mina.

     Es cierto que la cineasta no se fundamenta en este equilibrio de poder aparentemente convencional, sino que, por el contrario, intenta revertirlo multiplicando los planos secuencia y rompiendo así la atmósfera sofocante de los lugares carcelarios simbólicos (la mansión de Alma y su marido) o no (la prisión, las celdas) para dejar respirar un poco la humanidad de los personajes. Mina encarna la vena popular y realista mientras su compañera, Alma, profundiza en la burguesía, quizás más refinada, pero igual de desacertada. Hay que reconocer que el encuentro beneficia a Isabelle Huppert, que polariza la mirada en un papel desenfrenado y magnético. Es a través de sus ojos que tomamos conciencia de la acción que está teniendo lugar. Quizás incluso podríamos decir que no es una película de Patricia Mazuy sino una película de Isabelle Huppert.

     En torno al dúo Alma-Mina, en algunas escenas logran surgir otros personajes, sobre todo personajes masculinos -maridos, cómplices, abogados- que parecen más bien cobardes, mentirosos, engañosos o vengativos. Una imagen masculina que se ha vuelto habitual hoy en día en el panorama cinematográfico. La película comienza y cierra en los mismos planos –  como si la directora hubiera querido poner especial cuidado en la realización de su película apenas febril -. Planos que muestran una llegada que es en realidad una salida hacia otra cosa. Una imagen emblemática del destino, pero también de la libertad.

Vista en D’A : Festival Internacional de Cinema d’Autor de Barcelona

LA PRISONNIÈRE DE BORDEAUX– Crítica_ versión en francés

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