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Deporte, Drama, Homosexualidad, Maternidad

LEVANTE

Película de Lillah HALLA, Brasil, Francia, Uruguay, 2023

Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada

Dirección: Lillah Halla
Guion: Lillah Halla
Director de Fotografía: Wilssa Esser
Música: Maria Beraldo, Badsista
Reparto: Ayomi Domenica, Loro Bardot, Grace Passô, Gláucia Vandeveld, Rômulo Braga, Onna Silva, Heloísa Pires, Helô Campello, Karina Rie Ishida, Lorre Motta, Isabella Pinheiro, Larissa Siqueira, Lorena Costa, Ernani Sanchez, Zora Santos, Cristina Morán, Suzy Lopes, Vinicius Meloni

Nacionalidad: Brasil
Duración: 92 minutos

Genero: Drama. Deporte. Maternidad

      Con la película titulada Levante hay algo que hablar sobre el deporte. Pero ni los futuros Juegos Olímpicos de París, ni la Eurocopa ni el traspaso de Kylian Mbappé están invitados a la trama de la película. Levante denuncia el fundamentalismo burdo de un Brasil todavía amurallado, en 2023, por una ideología liberticida. Sofía, una joven jugadora de voleibol de 17 años, dotada y con un futuro brillante por delante – con la vista puesta en incorporarse a un club profesional -, se ve enfrentada, tras un embarazo no deseado, a una elección que se enfrenta a una legislación brasileña muy restrictiva. Prohibición, discriminación, homofobia son los hilos que tejen esta película, a la vez tierna y política. Traza el desafío de Sofía, apoyada por las impetuosas chicas de su equipo, como un enjambre de abejas que protegen a su reina, y a su propio padre, un personaje comprensivo, solidario y empático. A través de su protagonista, este largometraje, que contiene una clara dimensión activista, rinde homenaje a una generación de mujeres muy jóvenes, apenas salidas de la adolescencia, cuyas voces podemos escuchar aquí.

      El espíritu rebelde de Sofía la lleva a preferir las chicas, el deporte, la fiesta y la lucha a las normas sociales de un destino impuesto. A sus 17 años está dispuesta a desafiar la autoridad política y las costumbres patriarcales para dar rienda suelta a su vida. Sin embargo, herida por la compasión despreciable que inspira, humillada por una trampa en la que cae ingenuamente, no cede a la violencia de la presión social. Lillah Halla hace una película donde lo íntimo es político porque la existencia de su protagonista es parte de un destino colectivo. La cineasta busca desmontar los mecanismos de opresión que obstaculizan a la heroína. Al elegir poner a esta joven, sinécdoque de tantas otras, al frente de la película, ya no se roban sus palabras y resulta más inmersiva para los espectadores. Sofía puede deshacerse de su vergüenza. De hecho, es una mujer joven que se siente bien consigo misma, pero “bien” se vuelve “mal” en una sociedad hostil.

     Llevado por una empatía desenfrenada, el retrato coral del equipo deportivo brilla gracias a las interpretaciones de las actrices, verdaderas bolas de energía y humanismo. Pero el fundamentalismo que rodea las acciones de Sofía y de sus allegados, contaminando su vida y dándole rabia, sacude esta solidaridad inquebrantable. La película está anclada en un mundo donde la perspectiva de los demás y la religión son ley. Toxicidad religiosa, violencia social frente a la hermandad infalible. Lillah Halla cumple los requisitos. Las numerosas líneas verticales (alambres de púas, edificios, rejas, verjas) que jalonan las imágenes son barrotes que evocan un mundo carcelario. El uso del iris que a veces abre y cierra las secuencias de la película, como para representar diferentes capítulos de la evolución de Sofía, cristaliza la ambición de la directora de enfatizar un fragmento de la imagen, aquí el rostro pensativo de Sofía. Eficiente en su realismo, la película devuelve la violencia en Brasil a sus causas sociales, abordando una reflexión sobre el aislamiento y la dificultad de entrar en la disidencia.

     Combinando crítica social y cine de género, Levante debe buena parte de su interés a su trasfondo político porque la narración es modesta y es una pena que la fábula se filme muchas veces con el lado impersonal de una serie de televisión. Ritmo, mucho, invención, poca. Sin embargo, lo que hay que recordar es este pequeño destello que sostiene el progreso de Sofía y sus compañeras a pesar de las mecánicas de violencia -programadas por la propia Sofía– en los últimos momentos de la película. Todo da la impresión de que lo que más interesa a Lillah Halla no es la historia en sí, sino la forma en que la viven los personajes. En efecto, es también la historia de un despertar en el amor y la sinceridad de las actrices, ayudada por una buena dirección, hace que el tiempo pase sin que nos demos cuenta de ello y que la captura de los sentimientos sea plausible.

     La directora cuestiona al grupo, la educación, el comportamiento adoptado con o sin otros. Así, la cámara sigue en primer plano los titubeos de Sofía, sus expresiones de duda, deseo o manifestación de su ira y sus sueños. Los espectadores la ven crecer, luchar con la vida, perderse, encontrarse,  y presencian el florecimiento de una mujer, cogida a flor de piel. La cineasta sigue la transformación de una joven del estado de oruga perdida e ignorante al estado de mariposa feliz que vive su verdad cara a cara. ¿Qué pasa en la mente de una adolescente que levanta el velo sobre su homosexualidad, que comprende que ya no tiene su lugar en la sociedad conformista, que sus deseos y su propio ser pueden convertirse en su vergüenza? La directora hace sentir íntimamente la angustia de Sofía, que a veces no está lejos de la desesperación. Pero los besos intercambiados con su compañera, un encuentro travieso y cómplice, le dan el impulso necesario para la lucha y le abren el camino hacia su propio conocimiento, poniendo la primera piedra de su destino como mujer.

      La segunda parte de la película se vuelve entonces más fluida y al mismo tiempo más militante. Defiende el derecho a ser uno mismo como mandato. Sin embargo, esta dimensión militante a menudo resulta en una forma de maniqueísmo fuerte y pesado. Sofía se deja atrapar por una asociación que se presenta bajo la apariencia de Gloria, falsamente benévola, y que enarbola la bandera de la defensa de las mujeres, pero, en realidad, es todo lo contrario. La joven permanece con los ojos bien abiertos, imponiéndose cada vez más ante esta hipocresía social porque no quiere fingir. Su castigo, provocado por ella misma, es dramático, pero también es su liberación. La historia se cuenta casi en su totalidad desde el punto de vista de Sofía. ¿Hubiera sido mejor saber más sobre la carrera de su padre, su fallecida madre, Gloria o Sol que entrena a las jugadoras de este club de voleibol para tener una visión más global? No es seguro. Esa habría sido una historia diferente.

       Un poco maniquea, un poco crítica, la película muestra una violencia inducida, capaz de aniquilar toda conciencia, suscitando en el espectador compasión, asco, revuelta, aunque evita caer en lo turbio. Sin embargo, descuida a ciertos personajes cuyo aporte narrativo parece actuar más como una distracción. En todo momento permanecemos anclados a la mirada de Sofía: vemos lo que ella ve, deducimos lo que ella deduce. Al final, Levante alarma, educa, conmueve con un desenlace brutal, incluso cruel, pero tanto más honesto cuanto que se ganó con una dura lucha. A esta primera película no le falta vitalidad ni agudeza. Lanza un llamamiento a favor de los derechos de las mujeres sin condenar sistemáticamente a los hombres, que a veces también son víctimas colaterales. Lillah Halla da en el blanco jugando, aunque a veces con torpeza, con el interior –Sofía– y el exterior -la sociedad brasileña-. Su película no es una gran película, pero sí una buena película que no debe quedar fuera de juego.

Vista en la 29º Edición de la Mostra FIRE!! 2024

Para ver la versión en francés pulsar aquí.

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