Película de Tomas Napper, Estados Unidos, 2023
Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada
Duración: 89 min.
Año: 2023
País: Estados Unidos
Dirección: Thomas Napper
Guion: Erin Dignam, Christopher Monger. Libro: Tilar J.Mazzeo
Fotografía: Caroline Champetier Música: Bryce Dessner
Reparto: Haley Bennett, Tom Sturridge, Sam Riley, Leo Suter, Ben Miles, Natasha O’Keeffe, Chris Larkin, Paul Rhys, Anson Boon, Ian Conningham, Phoebe Nicholls, Christopher Viliers, Cara Seymour, Cecily Cleeve,
Género: Drama. Biográfico.
Se dice que la película está inspirada en un fragmento de la historia real de la marca de champán Veuve Clicquot y narra el recorrido de Barbe-Nicole, la viuda de François Clicquot, quien murió prematuramente. Esta viuda de tierra y hierro luchó por preservar la autenticidad del legado dejado por su marido combatiendo los prejuicios y la desconfianza –principalmente masculinos– de su tiempo. Desafortunadamente la película es un fracaso. ¿Por qué razones? Porque esta película está demasiado novelada y tiene muchas omisiones. ¿Cuáles? La película carece de emoción, calidez, sutileza, finura y, sobre todo, la actriz principal, Haley Bennett, no es una Veuve Clicquot tan interesante como la película quiere aparentar. Es un fracaso porque la película carece de sinceridad y autenticidad, cayendo a menudo en un melodrama ridículo y empalagoso.


No creemos ni por un momento la histeria del personaje de François Clicquot, el actor adoptando una interpretación desmesurada e improbable. La película está atrapada en una estética forzada, excesivamente artificial, donde la interpretación general oscurece a los personajes que padecen una cruel falta de verosimilitud e impide que aflore cualquier emoción real. La Veuve Clicquot es un largometraje encorsetado en este tipo de estética Downton Abbey o a la Jane Austen. Y ahí radica todo el problema de la película. Si bien nos quiere contar la historia de la lucha de una mujer singular y valiente, la película debería ser combativa, vengativa, incluso conmovedora, pero nunca lo es, porque el director no filma a Madame Clicquot, lo que es, lo que era, sino a la actriz, sólo a la actriz y nunca a la persona de la Veuve Clicquot.


La película presenta pues un problema de punto de vista que da la impresión de un paseo por la psique enferma de François Clicquot con bellos paisajes de viñedos de fondo dignos de la revista Hola yes incómodo. Aunque a veces visualmente pulida, la fotografía deja una impresión de frialdad e impasibilidad, como si la obra estuviera hecha de mármol. La obra puede parecer grandilocuente, pero cuando va desplegándose, no queda gran cosa. Podemos decir entonces que este clásico biopic no se impone porque abarca muchos temas sin realmente elegir y la monotonía va adormeciendo poco a poco la pantalla. El resultado es, en realidad, una película para televisión disfrazada de gran película. Se trata menos de comprender una personalidad entera que de magnificar a una mujer en busca de emancipación y libertad.


Además, los personajes secundarios no aportan ni humanidad ni profundidad a la película y ni siquiera son esenciales para el desarrollo de la misma. Empantanado en sus afectaciones y en su gusto por la reconstrucción cuidadosa pero seca, este largometraje pierde de vista el núcleo de su tema, que parece pesar una tonelada. Vemos el cuadro, pero no el modelo. Finalmente, la puesta en escena carece de profundidad y rápidamente se convierte en una revista de papel satinado. La Veuve Clicquot produce su champán en el vacío del espacio. Decorados postizos, imágenes sosas como las de la publicidad, movimientos de cámara amplios, una película tejida con capas de patetismo: todo aquí es parte de la neo-tradición del biopic, pero un biopic muy malo, sin burbuja alguna.



Vista en BCN FILM FEST IX de Barcelona
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