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Comedia, Drama, Romántico

SIEMPRE ES INVIERNO

Película de David TRUEBA, España, 2025

Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada

Duración: 117 min.

Año: 2025
País:  España
Dirección:  David Trueba
Guion:
David Trueba. Novela: David Trueba
Fotografía:
Agnès Piqué Corbera Música: Maika Makovski

Reparto: David Verdaguer, Isabelle Renauld, Amaia Salamanca, Jon Arias, Vito Sanz, Naiara Carmona, Carla Nieto, Violeta Rodríguez,
Género:   Drama. Romance. Comedia

     Acompañada con el suave compás de la canción «Les bancs publics» de Georges Brassens y la química natural entre los actores —la francesa Isabelle Renauld y el español David Verdaguer—, esta pequeña joya de ternura y humor es imprescindible. Es una película audaz, melancólica y elegante. El éxito de la nueva película de David Trueba parece radicar en el equilibrio perfecto entre el humor nostálgico y una agradable ligereza, su facilidad para cambiar de tono dentro de una misma escena y para revelar con delicadeza una historia de amor que no es la que creemos que será en las primeras escenas del film. Es una historia impregnada de la poesía cotidiana.

      La película sería sin duda diferente sin las interpretaciones sensibles y matizadas de sus dos protagonistas. Estéticamente hablando, David Trueba emplea con maestría el plano/contraplano y otros recursos estilísticos bien elegidos para crear el telón de fondo de la trama: la arquitectura vanguardista de Bruselas, sus barrios que fusionan tradición y modernidad, sus kebabs que componen verdaderos bodegones y sus parques, azotados por el frío y la humedad que calan hasta los huesos, pues allí siempre es invierno. La película es un producto de su época, con sus historias de amor perturbadas y perturbantes, aunque hoy en día algunos tipos de amor ya no se consideran transgresores. La historia de amor de Olga y Miguel puede interpretarse no como una alegoría libertaria contra las cortapisas ideológicas y conformistas de la sociedad, sino simplemente como un episodio romántico diferente.

     Mientras que Miguel se encuentra al borde de la autodestrucción —fracasando en una presentación en un certamen, enterándose sin querer de que su novia lo está dejando—, y se entretiene al escenificar el agotamiento mismo de su vida, Olga, una hedonista, abraza la vida y quizás saborea el placer de romper las reglas. La diferencia entre ambos personajes radica en que Miguel aún no tiene una historia propia. El optimismo de Olga, en cambio, es la expresión de una generación que ha experimentado vivencias más estructuradas, profundas y empapadas de nostalgia. Pero esta es también otra de las fortalezas de la película: demostrar que un amor inesperado puede convertirse en una verdadera terapia ante el sufrimiento. El cineasta fusiona con maestría y fluidez dos registros aparentemente dispares: el registro íntimo de la crónica social y el registro elegíaco del drama romántico, una oda a la resiliencia –¿de verdad pueden los tambores de Calanda sacarte todo lo malo del año?-.

     David Trueba captura con maestría la angustia emocional de Miguel tras una ruptura devastadora, así como la de Olga al lidiar con las arrugas que surcan su rostro y cuerpo. Quizás la intención del director, al resaltar tal ternura, sea revelar el lado oscuro de ciertas personas, un lado que Marta (Amaïa Salamanca) parece ocultar tras su rostro angelical y bello. El director demuestra un minimalismo impactante, ilustrando la soledad de Miguel en medio de un parque, azotado por el frío, y su aislamiento en un banco público. Marcada con escenas cuidadosamente elaboradas, la puesta en escena logra plasmar en la pantalla todos los pensamientos fugaces de los personajes a quienes el cineasta parece profundamente apegado. La revelación de la película es Isabelle Renauld, quien, como testimonio de una larga trayectoria en Francia, ofrece una interpretación que revela una elocuente gama de emociones.

      Ciertas tomas de Bruselas evocan paisajes urbanos desiertos y desencantados que despliegan una historia bella, imbuida de una verosimilitud casi imposible y, en definitiva, profundamente humana. La película celebra el amor a cualquier edad con gran ternura. Los dos actores poseen el encanto y la fragilidad necesarios, y es casi imposible no conmoverse ante esta historia intensa que desafía el tiempo. Podría haber sido banal o artificial, pero en la mirada profunda de Miguel y la mirada clara de Olga, por momentos fija, frenética, vulnerable y apaciguada, adquiere la inesperada dimensión de un drama cautivador donde la emoción no impide una sonrisa. Vigorizante y desprovista de patetismo, la película encuentra y mantiene el equilibrio perfecto entre agudeza psicológica y encantadores desvíos románticos. David Verdaguer aporta una pureza singular e Isabelle Renauld un delicado realismo, elementos esenciales para la base de la película, sin los cuales podría haber fracasado, evitando la vulgaridad y desafiando los tabúes.

      David Trueba optó por entrelazar los episodios con fluidez y los escenifica en un tono menor, confiando en la generosidad de sus actores y su cámara, ya fuera indulgente o no. Bruselas sigue siendo un refugio donde es bueno desperdiciar la vida, piensa Miguel; una ciudad con paisajes fantasmales de invierno perpetuo, bellamente fotografiados, un entorno para la soledad y vidas cargadas con una bolsa de dificultades, como se ve en la inocencia infantil del protagonista, sus reacciones impulsivas y su tristeza. Está atrapado en sus deseos contradictorios e irresolubles: se marcha, pero regresa. Y aunque no se es romántico, es imposible no dejarse envolver por esta tango-vacilación en las calles de Bruselas.

      Es una película de calidad, una película hermosa cuyo profundo significado podría concentrarse en la escena final de gran pudor con personajes notablemente veraces ante un amanecer soleado que emerge del mar y que luego se preguntan: «¿Y ahora, qué hacemos?» No importa cuál sea la respuesta, porque ahora sabemos que en Mallorca siempre es verano.

SIEMPRE ES INVIERNO – Crítica_ versión en francés

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