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UN MÉDICO DE NOCHE

UN MÉDICO DE NOCHE, película de Elie Wajeman

                                                         Traducción adaptada de Véronique  Gille

Duración: 100 min.

Año: 2020
País: Francia
Dirección: Elie Wajeman
Guion: Agnès Feuvre, Elie Wajeman
Música: Evgueni Galperine, Sacha Galperine
Fotografía: David Chizallet
Reparto: Vincent Macaigne, Pio Marmai, Sara Giraudeau, Sarah Lepicard, Florence Janas, Lou Lampros, Ernst Umhauer, Sylvain Jacques, Jehanne Pasquet, Pauline Vidal, Thibault Fraisse, Sékouba Doucouré
Género: Drama. Thriller. Medicina. Drogas

“Un médico de noche” en singular. Sí, pues la película resulta ser personal, hasta individualista aunque Mikael (mediante el que Vincent Macaigne nos brinda una actuación deslumbrante: él es, mera y sencillamente, la película)) quiere ayudar a sus pacientes drogadictos hasta el fin de la noche. Es un viaje peligroso por las calles de París que es otro personaje de la película y las secuencias finales son predecibles. Mikael lleva su pesado botiquín como quien lleva una maleta -de la que casi nunca se deshace- del mismo modo que lleva todo tipo de  problemas ajenos para no tener que enfrentarse a los suyos.

Un personaje clásico. Pasablemente empático. La película nos propone el retrato de un hombre a quien el director arropa con elementos que lo acercan al espectador, pero a veces su buena intención acaba siendo un fracaso. Mikael se quiere humanista y generoso aunque luego veamos que no tanto. Y los demás personajes: Dimitri, el primo estafador y engañador, Sofía, la amante fría y cínica, Ossip, el traficante brutal, Anna y Badri, los pacientes adictos no son personajes simpáticos. Entonces queda difícil para el espectador enfrascarse en una trama cuyos protagonistas parecen guiados por la falsedad.

Mikael se codea con un mundo de desosiego, de soledad, de miseria en las noches parisinas azuladas, grisáceas, negruzcas. Va aliviando a sus pacientes adictos a golpes de palabras inútiles, ya que no pone término a sus problemas porque es y está solo, perpetuamente solo, como lo están ellos. El médico también se somete al mundo de la noche hambriento de Subutex que va distribuyendo como distribuye sus palabras ineptas a Sasha, su mujer que intenta entenderlo, pero va abandonándole harta de tanta lucha vanal.

La vida de Mikael está hecha de pedazos y son esos trozos que quiere el director compartir con el espectador. Toman sentido a lo largo del film, pero sin catarsis posible con el espectador que sólo queda mirándolo caminar por las calles de la capital, entrar en los interiores de los pisos sin conseguir mostrar las interioridades de sus dueños. Mikael es un hombre cansado que ve en su amante Sofía (interpretada por una Sara Giraudeau poco convincente e inadecuada para el papel) un medio de serenarse en ese París nocturno, azulino de miedo y soledad, un medio de difuminar la indecisión de su vida diurna cuando va hundiéndose en las arenas movedizas de la duda y de pisar (por fin), aunque sea durante un momento fugaz, un suelo estable.

Probablemente piense Mikael que ha de cumplir con el deber de apoyar a los que lo necesitan, pero sus actos personales no encajan con ese discurso interno. Por eso, y antes que nada, la película se conjuga en singular porque el director retrata a un protagonista empecinado y testarudo, es cierto, pero a la vez lo disfraza de heroicidad llevándole al límite del absurdo. Las dudas de Mikael son las dudas de una humanidad intranquila y retratada en escorzo por el director. Es una película que se ve, pero cuyo argumento no da pie a una reflexión ahondada.

Para ver versión en francés pulsar aquí.

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