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Drama, Romántico

FUERA DE TEMPORADA

Película de Stéphane Brizé, Francia, 2023

Crítica de Véronique Gille, traducción adaptada

Dirección: Stéphane Brizé
Guion: Stéphane Brizé, Marie Drucker
Director de Fotografía: Antoine Heberlé
Música: Vincent Delerm
Reparto: Guillaume Canet, Alba Rohrwacher, Sharif Andoura, Marie Drucker, Lucette Beudin,

Nacionalidad: Francia
Duración: 115 minutos

Genero: Drama. Romance. Drama romántico

Quizás sientas que has visto esta película una docena de veces y aún así no sales del cine. La película se estira un poco, es cierto. Pero la seguridad de su escritura, la calidad de su interpretación, el conmovedor encanto de sus situaciones arrastran. El director Stéphane Brizé busca menos seguir los códigos habituales del cine de autor que explorar el proceso de reencuentro entre dos amantes. Aquí, Alice (Alba Rohrwacher, excelente) y Mathieu (Guillaume Canet, muy convincente). Al reencontrar a Mathieu, el amante que huyó sin previo aviso, Alicia, rechazada y destrozada, no encontrará su País de las Maravillas en su presencia, pero quiere saber por qué esta huida, por qué esta cobardía que entierra demasiado rápidamente los sentimientos del ser abandonado.

    Dotada de su diáfana fragilidad, Alice cree en este amor que la hace sentir muy mal. La actriz italiana opta por una actuación sobria y comedida y viste a su personaje con una delicadeza críptica. Los dos amantes inician un lento vals, arrullados por la tierna y generosa música de Vincent Delerm, donde la dramaturgia combina el humor de los mensajes que se envían Alice y Mathieu, el humor de las escenas del restaurante y la melancolía para evocar lo que generó el abandono, una elección de vida en ambos. Para Mathieu, una vida como actor de cine de éxito en París con una compañera que es presentadora de informativos de televisión; para Alice, una vida como profesora de piano en un pequeño pueblo del Morbihan junto a su marido médico y su hija. 

     Envueltos en la niebla de las playas bretonas desiertas fuera de temporada, con casas de piedra cerradas desde que pasó el verano, los actores se muestran impecables en sus matices bajo la lluvia y el viento del otoño que se han instalado en esta costa bretona donde Mathieu se ha establecido para una estancia de talasoterapia. Pues, en esta pequeña ciudad, Alice también vive. Quince años antes, Alice y Mathieu se enamoraron. ¿Están realmente curadas las heridas de Alice? ¿Están realmente secas sus lágrimas? ¿Ha desaparecido realmente su dolor? Es un vals melancólico que comienza con el personaje de Alice que observa con dulce ironía, solitaria. Vibra la dramática feminidad del personaje. La ternura está ahí y ha definido la pareja que eran ambos. La película sabe cómo mostrarlo.

    El director capta los sentimientos que ya no se pueden expresar con palabras y transmite lo indecible, la desilusión que aparece en el rostro pálido y conmovedor de Alice. Dulce exhalación de desencanto y renuncia bajo sonrisas tristes y misteriosas. El amor duele. Los protagonistas se han construido una nueva vida, fingen estar bien, pero sus cuerpos parecen no escucharlos, especialmente el de Alice, que arde y se consume. El paisaje bretón, a veces duro y áspero, se convierte en la tierra del mal de amores que está en todas partes y en ninguna. Alice no pudo abandonar su crisálida y por tanto no pudo emprender el vuelo. Pero no grita, no explota, no fulmina y la sutileza de la interpretación de Alba Rohrwacher llena sus silencios locuaces.

      Para ella nada es más importante que revivir su amor. Es por eso que cada una de sus expresiones faciales queda enmascarada por su poder y lleva la película más allá de la simple noticia. Alice irradia porque su amor es fuerte y sus sentimientos terminan apoderándose de las apariencias. Todo lo que estaba oculto resurge, todo lo no dicho sobre su ser interior y su apego explota. Y nos decimos que a veces es imposible conocer la tragedia que se esconde en aguas profundas bajo una superficie de calma plana. También es interesante observar en la película las numerosas “ausencias” de los personajes, perdidos en sus pensamientos. Muchas tomas desde altos ángulos refuerzan esta idea. Aunque Alice intenta seguir el juego (es esposa y madre) y mantener la cara, sigue obsesionada por la existencia de su amado, por su tormento. Cada situación, cada hecho parece parafrasear esta lamentable aventura; cada decisión denuncia su error y confirma su abatimiento.

     Se trata, pues, de una película estremecedora bajo la superficie de una modesta sencillez. Las situaciones son inocuas, la película es inocente, pero los diálogos son agudos y rozan la invisibilidad. Esta relación secreta durante algún tiempo pone en duda lo que Alice creía que era inmutable. Convertida en una perfecta pequeña burguesa provinciana, ha aceptado las normas mientras la pasión la consume. Sólo podemos destacar la muy buena dirección de los actores. El director y los actores principales crean una mezcla entre el personaje etéreo de Alice y el de Mathieu, egocéntrico y bastante cobarde: una mezcla que funciona bien y hace creíble a la pareja. Los diálogos, el montaje, el simbolismo, los personajes secundarios, el significado de las situaciones, todo contribuye a transmitir la belleza de esta película tan triste como la vida, una película que habla de la desesperación de amar con sinceridad.

      Stéphane Brizé consigue acercarse con delicadeza a la verdad de los sentimientos. A menudo, los dos amantes se tambalean al borde del abismo, pero Mathieu parece fuera del alcance de Alice. Además, la banalidad de sus intercambios verbales durante su primer reencuentro es a la vez desgarradora y cómica. Los actores corren el riesgo de ser ridiculizados, pero su valor los protege de ello. El cineasta tiene el talento de representar el silencio y lo que lo acompaña: malestar, duda, vergüenza, timidez, dolor, miedo… Filma a sus personajes en su vida cotidiana, evitando cuidadosamente cualquier dramatización excesiva. Una vida cotidiana mostrada en su verdad sin complacencias ni adornos (el aburrimiento de Mathieu en el centro de talasoterapia o el de Alice en su cocina entre otras cosas).

       Estos personajes son tan cercanos a nosotros que la banalidad los vuelve novelescos y la trama se sublima en una historia romántica, eficaz gracias a su sencillez. El cineasta ofrece un hermoso espacio para que actúen sus actores, dejando espacio completamente a los personajes, sus momentos de vida y a los espectadores la posibilidad de un vínculo real con sus personajes, haciendo palpable toda una gama de emociones. Todo pasa por los ojos con una pureza notable cuya melodía sería la de una sonata íntima, secreta, nostálgica, de miradas, silencios, suspiros. Una sonata a la luz del amor.

Vista en la decimocuarta edición del D’A – Festival de Cinema de Barcelona.

Para ver la versión en francés pulsar aquí.

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